El camino de los sentidos: Finisterre | EL PAÍS

2022-06-25 02:33:27 By : Mr. Wansheng He

Cuanto más avanza el peregrino por el Camino de Fisterra-Muxía, más se aleja de la meta jacobea por antonomasia: Santiago de Compostela. Porque este itinerario es inverso al resto: parte de la milenaria catedral de la ciudad para embarcarse en un viaje por el interior que, cerca de la costa, se divide en dos ramales con dirección hacia el mar. Uno es el cabo de Fisterra, que durante siglos se consideró el fin de la tierra conocida. El otro, Muxía, donde la tradición afirma que la Virgen atracó su barca de piedra para alentar al apóstol Santiago en su predicar. Un Camino lleno de leyendas, con bestias fabulosas y pueblos de cuento que lleva al peregrino a sentir la muerte más bella y lenta de la naturaleza: la del sol. Porque esto no es mito: en primavera y al final del verano, desde esta costa se puede divisar el atardecer más tardío de la Europa continental.

El coruñés Antón Pombo ha llevado de la mano a cientos de miles de peregrinos por las rutas jacobeas a través de sus guías de viaje. Este escritor y periodista ha publicado más de 40 y, pese a conocer al dedillo todos los caminos, el de Fisterra-Muxía es especial para él. Por varios motivos. Uno, de origen sentimental: su familia proviene de Corcubión, una de las paradas en el itinerario y donde reside desde hace 17 años. Otro, vocacional: él fue el principal promotor de su recuperación a finales de los ochenta y de que la Xunta de Galicia lo incluyera entre los caminos jacobeos en los noventa. Y uno más, sensorial: este Camino está salpicado de sensaciones excepcionales como las que este vecino y buen conocedor recomienda al peregrino.

“Junto al Santuario da Virxe da Barca, en Muxía, está la Pedra dos Cadrís, una roca oscilante que, según la tradición, cura males como la lumbalgia a quien cruza rozando el lomo sobre la áspera superficie del arco”.

“El agua marina desbaratándose contra las rocas en torno a la playa del Mar de Fóra, en Fisterra, produce uno de los sonidos más impactantes de la naturaleza. No es un lugar para bañarse, pero ofrece una sinfonía abrumadora de olas como montañas”.

“La fragancia del mar se percibe incluso antes de divisarlo, en el monte do Cruceiro de Armada, en Cee. Se debe al vendaval, el viento que transporta hacia el interior las esencias del salitre y las algas”.

"Adentrarse en la espesura y sentir el tacto, entre suave y áspero, del musgo húmedo sobre la piedra".

“El desayuno aporta la energía que impulsa al peregrino al comienzo de la etapa. Y en Galicia es especialmente generoso: fruta de temporada, esponjoso pan gallego y la almendrada tarta de Santiago no suelen faltar”.

La concha alargada del longueirón, cremosa y nacarada, brilla en los menús de bares y restaurantes de Fisterra, donde es el plato estrella, tanto como en las cestas de los ranas, los recolectores que cada mañana se sumergen a pulmón para desenterrar este bivalvo que, según los locales, tiene un sabor más intenso y profundo que su prima la navaja. Guillermo Traba, consagrado desde hace cuatro décadas a la labor, sabe muy bien cómo reconocer esta especie de trufa submarina oculta en los fondos arenosos de la playa de Langosteira y de la ría de Corcubión en A Coruña.

Su sabor casa con miles de recetas: hay quien lo disfruta crudo, pero la preparación más apreciada es la más sencilla: a la plancha con un chorro de aceite de oliva y limón. Las opciones son infinitas y Juanjo Rey, chef del restaurante O Centolo en Fisterra, entiende con qué combinarlo para sacarle todo su sabor.

El peregrino bien descansado llega hasta el fin del mundo. Y si lo hace en un espacio singular y sorprendente como estos alojamientos temáticos y sostenibles, enclavados en lugares emblemáticos, la experiencia del Camino se redondea.

Sobre el punto más alto, expuesto a los vientos del cabo de Fisterra, y a mayor altura que su faro, se alza O Semáforo, un singular hotel de seis habitaciones. La luz de esta atalaya centenaria que guía a las embarcaciones por la costa da Morte inunda también las estancias: algunos reconocen que les proporciona paz y tranquilidad. Aunque su dueño, Jesús Picallo, destaca que allí una noche de vendaval es una experiencia emocionante.

Bela Fisterra combina los elementos que caracterizan a los hoteles del futuro: comodidad, arquitectura vanguardista y sostenibilidad. Y añade otro: la literatura. Sus habitaciones llevan el nombre de novelas universales que hablan sobre el mar, con clásicos como Veinte mil leguas de un viaje submarino de Julio Verne, y contemporáneos como Madera de boj, la última novela de Camilo José Cela, dedicada a Fisterra.

El edificio, que evoca las antiguas fábricas de conservas de la zona, permite reciclar el agua y reducir el consumo energético, por lo que acaba de recibir el sello S Sostenibilidad Turística del Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE).

No es extraño sentirse abrumado ante el infinito azul de la Costa da Morte que se divisa desde las habitaciones del parador de Muxía, el último en incorporarse a la red, en 2020. Este hotel, con restaurante y spa, se derrama por la ladera del monte en bancales de hierba hasta la playa de Lourido. Esta particular estructura que lo funde con la naturaleza simboliza el respeto al entorno con el que ha sido construido y permite que el huésped capte, como con un gran angular, todo el entorno hasta la lejana punta da Barca, al otro lado del municipio.

Un pequeño hotel de la villa marinera de Corcubión (A Coruña), por donde transcurre el Camino, rinde homenaje al animal más grande del planeta. Cada una de las seis habitaciones de la Casa da Balea, que significa ballena en gallego, evocan, con sus nombres y su acogedora decoración, una historia de la particular relación entre el cetáceo y el humano: de Moby Dick a Simbad. Desde la terraza cuenta con unas magníficas vistas de la ría, donde estaba la última factoría ballenera española, Caneliñas, cerrada en 1985.

Las lonjas bombean, como formidables corazones de la gastronomía gallega, los sabores y aromas de sus mariscos y pescados por las cocinas de toda Galicia. En Fisterra se encuentra una de las más modernas, construida en 2008 y la única preparada para que los turistas asistan, desde una pasarela, a la puja, ese ritual enigmático que se celebra cada tarde de lunes a viernes en el que el subastador recita los precios de la pesca del día como si fueran una exótica letanía. José Manuel Martínez, presidente de la Cofradía de Pescadores de Fisterra, descifra en el siguiente audio los secretos de esta peculiar operación.

Pocos peregrinos saben, cuando pisan el vetusto puente de A Ponte Maceira y escuchan los borbolleos del agua, que han llegado a uno de los pueblos más hermosos del país. Y aunque la belleza es un valor subjetivo, esta aldea del concello de Ames (A Coruña), a 17 kilómetros de Santiago, cuenta con el certificado de la Asociación de los Pueblos Más Bonitos de España, que evalúa el patrimonio histórico y natural y el estado de conservación de poblaciones de menos de 15.000 habitantes. Y, además, el lugar acaba de ser nombrado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Xunta. La pasarela medieval, conocida como Ponte Vella, junto con sus capillas y su iglesia románica, le hacen valedora de la credencial. También su alargada cascada, formada sobre la antigua presa del río Tambre, que servía para alimentar los molinos de las márgenes del cauce, que también pueden visitarse.

Las palilleiras de Muxía llevan siglos transformando el lino en encajes de filigranas geométricas con las que elaboran pañuelos, tapetes e incluso juegos de mantelería y sábanas. Prendas únicas que refulgen, blancas y delicadas como la espuma del Atlántico al romper sobre la costa.

Los peregrinos, asegura Marina Sonera, presidenta de la Asociación de Palilleiras Nosa Señora da Barca, la más antigua de la zona y que reúne a artesanas de hasta 101 años, se quedan fascinados por su trabajo, tanto por el resultado como por la manera de elaborarlo, urdiendo en una habilidosa coreografía los hilos entre los alfileres clavados en la almohada de centeno, que generan esa particular percusión al chocar los palillos (o encajes) entre sí.

Una línea de arena fina y blanca rompe las costuras rocosas de la Costa da Morte en Langosteira. Esta playa de la cara interior del cabo de Fisterra ofrece al peregrino una balsa de agua calma y cristalina en la que es tradición bañarse al terminar la etapa. Más al sur, el periódico británico The Guardian ha puesto los ojos en el arenal de Carnota, uno de los más largos de Galicia con casi siete kilómetros, para incluirlo entre los 40 mejores de Europa en 2022.

El mugido de las vacas, rubias y morenas, destaca entre los sonidos del Camino cuando se pasa cerca de Mazaricos, en la comarca de Xallas, población coruñesa con una gran tradición ganadera y referentes en la producción de leche. Pero la res gallega también es célebre por su carne. Precisamente la vaca y la ternera cuentan con indicación geográfica protegida (IGP), que delimita su producción a la comunidad autónoma y a unas características precisas de sabor, olor y color. ¿Sabrías diferenciar la carne de vaca de la de ternera?

Res de menos de 12 meses

El miedo habita en los sentidos. Hay visiones que erizan el vello y sonidos que provocan escalofríos. Y eso es lo que experimentaban aquellos que durante el medievo aseguraban haberse cruzado con una célebre alimaña en su peregrinaje hacia Fisterra. La llamaban Vákner y su único rastro documental pervive en el relato de un obispo armenio que viajó a Santiago de Compostela en 1493. Él describió lo que vio como una bestia “muy dañina”, aunque no especificó su forma.

Pudo haber sido muchas cosas, aunque los entendidos lo identifican como un lobishome, mitad hombre, mitad lobo. Por eso, en el frondoso entorno de Marco do Couto, en Dumbría (A Coruña), se alza una estatua de bronce de casi cinco metros de altura de este ser monstruoso, la única de un licántropo en España, para invitar al peregrino actual a vivir la magia y el misterio de los primeros caminantes.

En un Camino de supersticiones y leyendas, la ciencia se revindica en el Museo Fernando Blanco, de Cee. Un gabinete de las maravillas de la enseñanza, que antes fue una escuela y repasa más de un siglo de educación a través de instrumentos científicos que revolucionaron la vida en la localidad, como el primer teléfono del concello y piezas artesanales entre las que figura un realista modelo anatómico de papel maché, cuyos músculos parecen vibrar bajo las venas.

Según se avanza desde el interior hacia a la costa, los hórreos se estiran hasta convertirse en los más largos de Galicia. En San Martiño de Ozón (Muxía) se levanta uno de estos peculiares almacenes de piedra para cereales de 27 metros de largo junto al monasterio de mismo nombre. Un poco más abajo, el de Carnota suma 34 metros, mientras que el de la cercana población de Lira supera los 36 metros. En la aldea Olveiroa (Dumbría) se da la mayor concentración del municipio y una de las mayores de esta ruta jacobea.

Al entrar en el castillo de Vimianzo, en A Coruña, a 15 kilómetros de Dumbría, es inevitable sentirse transportado a un escenario de cuento medieval. Sus torres defensivas y su patio de armas parecen trazados por un dibujante y su historia, por un trovador. Se construyó en el siglo XIII, y en su interior se encerró a nobles y a un arzobispo y se vivieron revueltas. Fue reedificado en el XV y, tras pasar por varias familias que dejaron sus escudos tallados en la piedra, llegó en 1877 al poeta Evaristo Martelo, figura del rexurdimento que escribió muchas de sus obras allí. En 1973 pasó a manos públicas. Ahora puede visitarse con niños, revivir esa historia y conocer la artesanía popular gallega del vidrio, la cestería o el encaje de bolillos.

La muerte del sol marca la meta del Camino. El solpor, como se conoce en gallego, fascina desde hace milenios a sus espectadores. Especialmente en Fisterra: primero a los romanos, que bautizaron como Finis Terrae a ese último punto de suelo firme conocido que se abría a un inmenso mar. Y después a los peregrinos que desde hace un milenio llegan hasta ese lugar mágico, primero con curiosidad hacia lo sobrenatural y, después, como cierre dorado a su largo viaje.

Al espectáculo del sol agonizante se le añade el de contemplar el último rayo de sol de Europa en el cabo de Touriñán. Se trata del extremo más occidental de la España peninsular y en él se presencia, dos veces al año, el atardecer más tardío de la Europa continental: en concreto, al principio de la primavera (entre el 24 de marzo y el 23 de abril) y al final del verano (entre el 18 de agosto y el 19 de septiembre). Se debe a la inclinación del eje de rotación de la Tierra respecto al sol, que hace que el ocaso peregrine entre abril y agosto desde el cabo de San Vicente, en Portugal, hasta la costa noruega, y que, ese viaje ofrezca al caminante que se mueve entre Fisterra y Muxía la deslumbrante oportunidad de cazar otro mágico crepúsculo.

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